5 diciembre 2024

Ávila Secreta

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Alternativas a la España vaciada

La “España vaciada” también está sufriendo el covid, pero una parte de la población se está planteando la zona rural como lugar para un habitar seguro en medio de esta pandemia. Por eso queremos plantear qué propuestas concretas desarrolla la literatura científica actual para dar respuesta a esa situación de abandono social e institucional.

Tierra sin gente para gente sin tierra: creación de Bancos Públicos de Tierras Gratuitas, gestionados por los ayuntamientos, con el objetivo de facilitar la puesta a disposición de superficie cultivable (procedente de territorios comunales o de cesiones particulares) en régimen de alquiler gratuito o convenio de cesión temporal, a personas o familias desempleadas que estén interesadas en buscar una oportunidad laboral y profesional en el sector agroalimentario. Complementado con Bancos de Herramientas Gratuitas, en préstamo, para las labores agrícolas y ganaderas, y Bancos de Tiempo de Asesoramiento por parte de sindicatos agrarios en los procesos agropecuarios, para quienes se inician y para apoyar técnicamente y crear redes para el desarrollo de las iniciativas.

Acceso a vivienda social: Banco de Viviendas gratuitas o de alquiler social, a partir de la rehabilitación de casas deshabitadas, de propiedad pública o de la cesión de particulares, siendo restauradas o construidas manteniendo las características arquitectónicas tradicionales y con técnicas de bio-construcción.

Bonificaciones/exenciones fiscales: otorgar Cartas Puebla que establezcan bonificaciones y/o exenciones fiscales (IRPF, IVA, Sociedades, Sucesiones, IBI, Impuesto de circulación de vehículos, etc.), al menos durante un tiempo, para las cooperativas, pequeñas empresas y personas autónomas que permanezcan o se establezcan en el medio rural, priorizando las zonas de riesgo demográfico.

Renta básica rural garantizada: otra propuesta estratégica es garantizar por las administraciones una percepción económica de carácter periódico a toda persona que resida en zona rural con menos de 25 habitantes por kilómetro cuadrado. Su finalidad sería garantizar unos ingresos mínimos, correspondientes al mínimo vital que toda persona necesita para vivir y su práctica supondría una cierta redistribución de la riqueza y un ingreso económico complementario que aseguraría cierta independencia económica para mantener un proyecto de vital en la zona rural.

Banda ancha rural: red pública de muy alta velocidad, que rompa la brecha digital, cubriendo las necesidades de teletrabajo o trabajo digital, comunicación, formación a distancia, promoción y comercialización de la producción. Lógicamente, debería verse complementada con formación, apoyo y asesoramiento digital y un desarrollo de la administración electrónica.

Banco público rural: creación de un Banco Público Rural para facilitar créditos y apoyo financiero en condiciones ventajosas.

Servicio de transporte público de viajeros: bien mediante demanda o bien con un servicio mínimo diario (en trayectos de ida y vuelta). Superar el aislamiento y la dificultad de comunicación de las zonas rurales es una de las apuestas fundamentales para repoblarlas. Además, rompería el eterno ciclo de compra y consumo de vehículos particulares y reduciría el nivel de emisiones contaminantes.

Zona rural sin fronteras: articular medidas para que personas migrantes puedan habitar también los pueblos. Para ello se hace necesario implementar planes de acogida de la población extranjera y medidas de apoyo a su inserción en la zona rural.

Empleo y producción no deslocalizable: fomentar cooperativas, pequeñas empresas e iniciativas autónomas que impulsen una producción adecuada a cada zona: apicultura, piscicultura, ganadería, aprovechamiento de recursos forestales y el monte, prevención de incendios, herbolaria, pequeñas industrias de transformación de los productos, artesanía local, etc.

Nuevas ocupaciones: que supongan creación de empleo –de calidad, digno y con derechos–, relacionado con los recursos, la tradición o el entorno. Impulsando sectores no vinculados únicamente a la agroganadería tradicional, como pueden ser actividades no presenciales relacionadas con la robótica, el diseño web, la videocreación, la programación informática o la minería de datos, etc. Así como nuevos yacimientos de empleo relacionados con la biotecnología, o con la utilización de drones para ver zonas geográficas ganaderas o extensiones de cultivo, turismo alternativo como la astrofotografía, la bioconstrucción, las energías renovables, la permacultura o el reciclaje.

Red de comercialización y difusión: a la par, sería necesaria la reactivación de los mercados locales de proximidad, que permitan y faciliten la venta directa de productos de las zonas rurales, con tres medidas complementarias: (1) sin coste de uso de espacio en ellos; (2) con campañas de difusión; y (3) supresión o flexibilización de requisitos y medidas burocráticas, pensadas para modelos industriales, que dificultan la venta directa de productos agrícolas. Fomentando canales cortos de comercialización cercana con el lugar de producción agropecuaria y de productos locales, mediante el apoyo público a la creación de Cooperativas de Comercialización que permitan la agrupación de la oferta y la venta directa a los consumidores y las consumidoras, frente a las grandes superficies.

Consumo de proximidad: incentivar desde las administraciones públicas los circuitos cortos de producción y consumo, favoreciendo, a su vez, el empleo, la salud y seguridad alimentaria, y la reducción de la contaminación al no tener que utilizar tanto petróleo en el traslado desde otros países o puntos lejanos. Lo cual exigiría el fomento de la cooperación entre productores y distribuidores, con los consumidores, así como la creación de observatorios públicos de precios para evitar desfases entre origen y destino, estableciendo la obligación de doble etiquetado con precio en origen y precio de venta al consumo.

Formación en zonas rurales: un proverbio popular afirma que cuando se cierra una escuela se abandona un pueblo, porque “un pueblo sin escuela es un pueblo muerto”. Por eso es crucial que se garantice el mantenimiento de escuelas abiertas en los pueblos, potenciando que puedan seguir escolarizados en su entorno. Así como redes rurales de Universidades públicas o Centros y Facultades de Enseñanza Superior con sus especialidades, como en países como Holanda o Escocia, y centros de apoyo para quienes cursan la totalidad o parte de sus estudios a distancia, incluso viviendo en las zonas rurales más remotas, mediante las TIC.

Políticas de igualdad entre mujeres y hombres: implementar medidas efectivas de acción positiva (tanto en el acceso a ayudas como en la titularidad de las actividades económicas, en las cláusulas sociales en la contratación pública o en la obligatoriedad de representación paritaria en las cámaras agrarias y cooperativas) para combatir la masculinización del medio rural, favoreciendo la igualdad entre hombres y mujeres, y apoyando iniciativas en torno a los intereses y expectativas de las mujeres, que vayan más allá de la prolongación de los roles de género tradicionales (turismo rural, hostelería, elaboración productos tradicionales, etc.), creando redes de ayuda mutua, cuidado y atención, teniendo en cuenta además la prevención y abordaje de situaciones vitales como la violencia de género, las situaciones carenciales o de necesidad social. Así como medidas sostenidas para la implicación efectiva de los hombres en la cadena de cuidados y en la lucha por la igualdad en el ámbito rural, puesto que el modelo patriarcal sigue predominando en el ámbito rural.

Figura del “Repoblador/a Rural”: creación de esta figura, que visibilice el importante papel de estas personas para evitar la desertización del mundo rural y el mantenimiento del medio natural. Dotándolos de un carnet que les dé acceso gratuito a museos, bonificaciones en transporte público, cines, teatros, etc. Medidas de sensibilización, formación y concienciación, acompañadas de campañas de valoración pública. Atraer “neo-rurales”, nuevos pobladores y pobladoras, haciendo del mundo rural un espacio agradable para que la gente viva allí, con servicios, cultura y espacios de acogida. Urbanitas que quiere huir de la vorágine de la gran ciudad, y muchas veces con el objetivo de vivir del autoconsumo o de envejecer juntos.

Participación democrática: fomento de concejos, asambleas vecinales, presupuestos participativos y mecanismos de participación y control democrático en la elaboración, gestión, seguimiento, control y evaluación de los Programas de Desarrollo Rural. Un modelo que recupera buena parte de la tradición cultural y organizativa de los pueblos que, a través de concejos, juntas vecinales, hacenderas, etc., fomentaba una solidaridad compartida y colectiva donde los vecinos y vecinas se ayudaban y se embarcaban en proyectos comunes de construcción, conservación y regulación de los bienes comunales.

Servicios sanitarios y sociales garantizados: este es uno de los elementos fundamentales. Garantizar planes comarcales de cobertura de servicios públicos (Sanidad, Educación y Servicios Sociales) articulados por las administraciones locales o bien de forma mancomunada. Potenciando servicios sociales distribuidos, con dotación de recursos que permita una atención personalizada. Impulso y creación de suficientes residencias públicas de personas mayores en las zonas rurales que estén abiertas al entorno, garantizando el derecho a la vida independiente.

Políticas Medioambientales. Puesto que las zonas rurales además de ser espacios que evitan la desertización, mantienen paisajes naturales y generan más oxígeno del que consumen, se propone implantar una tasa medioambiental: cobrar por reciclar el CO2 que generan las grandes ciudades y destinarlo a políticas medioambientales de conservación y restauración de masas forestales y bosques supondría la creación de un buen número de puestos de trabajo estables. Pero, además, hay muchas otras políticas medioambientales que se podrían impulsar: el impulso de las energías renovables, la agricultura ecológica, y apostar por el decrecimiento para aprender a vivir con menos (en función de las necesidades y no de los deseos), para que todos y todas podamos vivir mejor.

Políticas de impulso de I+D en zona rural: planificar “micropolos” públicos de investigación y desarrollo tecnológico en zonas rurales, que generen productos de alto valor añadido (desde carbón activo a partir de residuos agrícolas, hasta nanoestructuras de carbono para la industria metal-mecánica o aeronáutica, o grafeno luminiscente para ser usado en materiales biológicos y en el análisis de células de tejidos) con la colaboración de las Universidades Públicas y los centros de investigación ya establecidos, creando redes de investigación e innovación. Es una apuesta estratégica para la que se necesita voluntad política.

Desarrollo cultural: no solo podemos vivir de pan, sino que también necesitamos rosas. Un espacio habitable tiene que ser también amable, de manera que sea deseable vivir en él. Eso requiere también espacios de encuentro y enriquecimiento cultural, de intercambio, pensamiento, creación, arte, cultura y disfrute (bibliotecas, ludotecas, museos y arte, teatro, etc.) gestionados por la propia población. Así como espacios de producción y creación de expresión cultural, social y lúdica que entronque con el Arte y la Educación Popular del pueblo y para el pueblo, que ponga en valor los propios recursos y que integre a la comunidad. Al respecto, sería importante promover medios de comunicación local públicos (radio local, prensa social, redes web de la zona, etc.) como forma de aumentar la relación entre los vecinos/as, y de reforzar su autoestima e identidad, así como implantar programas para la recuperación del patrimonio monumental y las rutas culturales y ecológicas de las áreas rurales.

Creación de tejido social y redes de solidaridad: mejorar la imagen de la realidad territorial del medio rural, poniéndola en valor. Mediante estrategias de comunicación y difusión de esa realidad y de las ventajas sociales, ecológicas, económicas y de vida de las áreas rurales. Así como fuente de riqueza patrimonial, económica y medioambiental para el conjunto del país. Promover acciones educativas que contribuyan a difundir la realidad y los valores del medio rural, fomentando el tratamiento de esta materia en las aulas, así como sensibilizar a la población en su conjunto de lo que aporta. Y de cara al propio interior de las comunidades rurales desarrollar estrategias que potencien poner en valor lo rural, así como la vinculación y la construcción de los afectos con el mundo rural, la continuidad de los proyectos y el asentamiento vital. Una ecología del cuidado y la atención solidaria ante la soledad, ante las dificultades, potenciando encuentros periódicos de convivencia, de formación, lúdicos y culturales, que conecten a la población de pueblos de una comarca y ayuden a crear redes de encuentro y solidaridad.

Turismo rural sostenible: por último, cambiar el modelo de turismo de interior, apoyado en los recursos naturales y patrimoniales y compatible con la protección del Medio Ambiente.

Todas las medidas anteriores son parciales y limitadas, si no se avanza simultáneamente en un cambio radical del modelo, planificando el espacio rural al servicio del bien común. Para ello, un elemento clave es asumir un “plan estratégico de Estado”frente al reto demográfico que trascienda del problema para centrarse en estas soluciones ajustadas en un desarrollo equilibrado, con una perspectiva a medio y largo plazo. Un segundo elemento sería implementar un “pacto de Estado” de todos los grupos políticos que fuera realmente efectivo y articulara estas medidas a través de cuatro instrumentos básicos: instrumentos normativos, instrumentos administrativos, dotación presupuestaria e implementación de propuestas concretas. El tercer elemento clave e indispensable es implementar una dotación presupuestaria mínima a medio plazo (con un horizonte de al menos 25 años), como inversión en cohesión social y territorial y en fortaleza y sostenibilidad con el fin de garantizar el derecho a la igualdad y a quedarse en la propia tierra.

Por tanto, hay que cambiar el actual modelo agrario por una nueva forma de relación con la tierra, avanzando en un modelo de soberanía alimentaria de acuerdo con los objetivos de sostenibilidad y seguridad alimentaria. Solo será posible el repoblamiento si se dota a los pueblos de los medios necesarios para que vivir en ellos sea agradable, cultural, emocional y vitalmente, además de conveniente desde un punto de vista económico, ecológico y social. Y esto será posible si hay voluntad política para hacerlo.

Enrique Javier Díez Gutiérrez es profesor de la Universidad de León y María José Rodríguez Rejas es profesora de la Universidad Autónoma Ciudad de México.